Ayer,
por fin, conseguíamos ver el capítulo final de la serie
estadounidense Mad Men, de la que somos fans declarados desde hace
años. Decimos por fin porque habitualmente devoramos cada episodio
casi al minuto de que esté disponible a este lado del Atlántico, y
además esta vez tenía dos alicientes añadidos: ser el último, no
de la temporada, sino de verdad de la buena (mala, en este caso), y
el haber escuchado y leído toda clase de comentarios sobre si el
final era el merecido o no, incluyendo spoilers bien y mal
intencionados. Avisamos, desde ahora y por si aún no habéis podido
verlo, que a partir de aquí nosotros también vamos
a spoilear a gusto ;-)
Pues
bien, debemos decir que terminamos con una gran sonrisa, parecida a
la de Don, curiosamente. Con respecto a los otros personajes, estamos
divididos... Nos gustó ver a una Joan jefa de sí misma, con su
propia empresa. Nos hace mucha gracia ver a Ken tener la sartén por
el mango. Nos da mucha pena que Betty esté enferma, aunque a cambio
nos sorprendió gratamente la dignidad con la que se lo está
tomando. El alarde de madurez de Sally (y de Bobby, todo hay que
decirlo) nos tiene impresionados. Peter como hombre de familia
triunfador nos parece bien, esta temporada se había portado después
de ser antes bastante impresentable bastantes veces. El pobre Harry
sigue siendo gris, qué se le va a hacer. Echamos de menos saber qué
pasó con Megan y nos sobró un poco Stephanie, aunque está muy bien
traída como nexo de unión. Roger en París fue un poco jarro de
agua fría, Marie nunca nos cayó bien (aunque Julia Ormond sí). Y
con lo que no estamos muy contentos es con el cierre para Peggy... a
ver, Stan puede llegar a tener su punto, y trabajar para McCann no es
para quejarse, pero después de ser, de calle, el personaje que más
ha evolucionado en la serie, co-protagonista merecida con Draper, nos
esperábamos algo más redondo y espectacular. En fin.
Pero
a lo que íbamos. Los últimos minutos, el cierre para Don sí nos ha
gustado. Y mucho. Después de desesperarnos viéndolo perderse en
terribilidades durante los anteriores, esa sonrisa y esas imágenes
posteriores nos lo compensaron todo. Por fin, bien hecho. El guiño a
la publicidad (esta vez sí, de verdad de la buena) perfecto, en una
serie sobre publicistas que se había convertido un pelín en
telenovela por momentos. El pensar “de eso se trataba, gracias”.
Nos encantó que insinuasen que Don se inspira, en ese momento de
meditación, para crear el icónico anuncio de Coca-Cola, que
realmente sí que se gestó en McCann en esa época. El darnos cuenta
de que al final sí vuelve a casa, como Peggy le pedía, y pone en
marcha de nuevo la maquinaria. El confirmar que a pesar de todo
vuelve a ser el genio que le da la vuelta a los golpes de la vida.
Nos
gusta. Gracias, Mad Men, por todos los buenos momentos. Te echaremos
de menos.